Andrés Casciani
Andrés Casciani

Algunas veces los malos entendidos nos llevan por caminos que no sabíamos que queríamos recorrer. Ya he hablado en reiteradas ocasiones del libro Al borde de la boca de Carmen Cáceres. Junto con la biblia de Villanueva, son textos a los que un verdadero fanático de la costumbre sagrada debe volver una y otra vez. La colección de ensayos se abre con una cita de Alberto Laiseca. La cuestión es que yo me acordaba de memoria algunos fragmentos y en mi cabeza había quedado que pertenecía a Los Sorias, una novela que tiene más de mil páginas. La idea de esta entrega era desarrollar esa cita, y contar que me motivó a empezar la lectura de ese monumento literario. “Los Sorias es la mejor novela que se ha escrito en la Argentina desde Los siete locos. Tal vez Laiseca se ría de esta comparación y le parezca un poco «despreciativa»”, escribió Ricardo Piglia. Hasta ahí había llegado, pero pasaron cosas.

La cocina del newsletter

Después de más de sesenta entregas, este espacio ya tiene sus manías como toda tarea obsesiva. Una de ellas tiene que ver con dejarme llevar por ciertas intuiciones (como la del Eternauta) que a veces pueden fallar. Estaba yo pisteando como un campeón, descargando Los sorias, leyendo y buscando información hasta que ocurrió algo. La cita no aparecía. Corto con el cuento de la buena pipa: voy a poner un extracto mucho más extenso del que yo había leído y después sigo con este asunto:

Andrés Casciani

“Con Isidoro nos sentamos al lado de la mesa de la cocina. Puse una pava en el fuego. Al rato el agua ya estaba y nos pusimos a tomar mate. Quienes me visitan dicen que los preparo muy ricos. Todo el secreto está en la temperatura del agua. Viejos cebadores sostienen que hay que poner yerba hasta la mitad, sacudir luego el mate para que se mezcle, poner un chorito de agua fría, etcétera. Puros inventos y tics. Nada de eso hace falta para tomar mate. Si uno vigila el agua para que no se pase de la temperatura, ello es más que suficiente.

Una vez estaba en una fiesta; la gente se había cansado de tomar vino y comer pizza, entonces me pidieron que hiciera mate. Estaba por prepararlo a mi manera cuando se me acercó un manijeado: “Tenés que sacudir la yerba y ponerle un poco de agua fría”, me dijo. Sin pensarlo dos veces así lo hice. Quizás esto sorprenda, pero el caso es que yo sé cómo son las malas ondas. Si hubiese preparado el mate como siempre, no dudo que esa vez habría salido mal. Es preferible seguir la corriente cuando tenés cerca a un tipo muy cargado. Por supuesto, después de esa ocasión lo seguí haciendo como yo sé que debo prepararlo. Pude haberme opuesto a la mala onda del imbécil, en aquella ocasión, pero ello me habría obligado a usar una energía que después podía necesitar. De modo que era preferible ceder.

Por lo tanto juro: lo único indipensable para tomar mate con bombilla es la temperatura. Debe ser exacta, eso sí, el mate tiene mucha importancia para el sudamericano. Y yo nací en Sudamérica, aunque viva aquí. Al mate le debo mi obra. Si Suzuki y Okakura Kakuzo hablan del té como una de las estéticas del zen, no veo por qué sería inoportuno escribir un tratado: el mate como disciplina zen del sudamericano. Pero no como una ironía o como un chiste, sino como algo dicho absolutamente en serio. A cuántos habrá salvado el mate en las épocas del hambre infinita. Es cosa de ver cómo ayuda a resistir, a conservar el equilibrio, la esperanza y a que no se pierda el centro. Sirve al solitario, pero también al ideal que es compartir. No hay cosa más linda que tomar mate con la mujer de uno. Maldito sea el que está compartiendo y no comprende. En su defecto que sea con un amigo. El mate es más compañero que el vino, y digo mucho. El vino traiciona como algunos hombres traicionan a sus mujeres. Como algunas mujeres traicionan a los hombres que viven con ellas. Pero el mate brinda y rodea de escudos. Más de uno no se mató porque todavía no se le había terminado la yerba. La bombilla de plata equivale a la flecha puesta en el arco zen. “Un mate, una vida”.

Algunos comentarios

La cita en el libro de Cáceres comienza en “Al mate le debo mi obra”, pero había mucho jugo en toda la escena.

-En primer lugar, estoy bastante de acuerdo con el peso que tiene la temperatura del agua. Es determinante.

-También me pudren bastante todos esos tutoriales para preparar el mate. Ni hablar si están hechos con la función apelativa del lenguaje.

-Cuando dice al mate le debo mi obra y lo compara con el té, no puedo dejar de emocionarme por el vínculo fortuito con la entrega anterior.

-El cuarteto formado por resistencia, equilibrio, esperanza y la bebida más rica del mundo es belleza pura. Los mejores rescates de la depresión surgen de la calabacita. Y eso del suicidio no puede ser juzgado como una exageración.

-Cierro: tomar mate en pareja es una de las razones principales para estar en pareja.

Todo muy lindo, pero

Parte del chiste de esta entrega era contarles que la cita me generó unas ganas parecidas a una obligación de leer la novela. Había apuntado otra cita hermosa de Piglia en el prólogo. A saber: “Por su lugar borrado y clandestino (no prohibido, ni censurado, sirio ajeno a la lectura y a la aprobación social) esta novela se entrevera con la tradición más profunda y más firme de nuestra literatura. La ficción argentina empieza con un relato inédito: El matadero se escribe en 1838 y se publica recién en el 71 y desde entonces han sido muchos los textos hundidos en el silencio y el secreto, fuera de circulación. El iceberg visible de la literatura argentina”.

También había armado un resumen con auxilio de la tecnología y había explorado la relación entre algunos personajes con el elixir. Por ejemplo, el pasaje en el que Iseka intenta “convencerse a sí mismo de que en cuatro minutos prepararía mate y todo sabría mejor. No era verdad pero resultaba preciso creerlo desesperadamente”. O la historia que se cuenta al hablar del comercio de hologramas: “Un solitario, por ejemplo, pagó una filmación para tener alguien con quien tomar mate. Durante cuarenta minutos una falsa mujer preparaba falsos mates en un falso fuego”.

Como pueden ver, encaré con mucho entusiasmo la tarea. Todo muy lindo, pero cuando volví al libro de Cáceres me di cuenta de que la cita no pertenece a esta novela. Es de Alberto Laiseca (menos mal), pero está en “El jardín de las máquinas parlantes”. Al empezar la investigación para esta entrega la copié de una página web, y di por hecho que mi memoria no fallaba.

Enorme fue mi vergüenza. Esto no se hace pensé. Pero decidí publicarlo.

(Continuará)

***

Si te gusta este contenido podés colaborar para que al calor de un fueguito la calabaza siga pasando de mano en mano de las siguientes maneras:

– Matecito (mensual)

– San Martín (mensual)

– Medio kilo (mensual)

– A la gorra (mensual)

– Mate listo (anual)

– Aportes ordinarios, extraordinarios y groseros a:

CBU: corresponsal.deyerba

Caja de Ahorro del Banco Francés a nombre de Santiago García

– Mis fuentes en el exterior me indican Western Union puede ser una buena opción para colaborar desde otros países. También Pay Pal, pero todavía no tengo idea de cómo activarlo. Si se te ocurre una mejor te agradecería que me la comentes.

También se puede ayudar invitando a otras personas a la ronda. Podés mirar las ediciones anteriores en corresponsaldeyerba.substack.com.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here