El tradicional Tedeum del 25 de Mayo en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires se transformó este año en una contundente interpelación social y política. El arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva, fue el encargado de pronunciar la homilía ante la presencia del presidente Javier Milei, su gabinete y otras autoridades. En su mensaje, García Cuerva denunció el deterioro del debate público y la creciente violencia simbólica, con especial énfasis en el uso de redes sociales como plataformas de agresión.

“Hemos pasado todos los límites: la descalificación, el destrato y la difamación parecen moneda corriente”, sentenció el prelado, aludiendo al fenómeno que, según sus palabras y en línea con el papa Francisco, constituye “el terrorismo de las redes”, donde “se legitima el odio y la deshumanización del otro”.

García Cuerva también criticó los discursos de odio y la cultura del desprecio, trazando una analogía entre los ataques actuales y los sufridos por Jesús en su tiempo. “Hay quienes se burlan de Jesús, son los haters de aquella época”, afirmó, en una comparación directa con las dinámicas agresivas y polarizadas de hoy.

A lo largo de su intervención, el arzobispo abordó la crisis espiritual, la indiferencia y la desigualdad social que afecta a amplios sectores de la población. “Nos hemos acostumbrado a comer el pan duro de la desinformación, el pan viejo de la indiferencia y la insensibilidad”, advirtió, y remarcó que “hay hambre de pan, pero también hambre de sentido de vida y de Dios”.

El mensaje del arzobispo fue interpretado como un llamado a recuperar la empatía, el respeto y la conexión social en un país marcado por la fragmentación. Mientras el presidente Milei y otros funcionarios escuchaban atentamente, muchas de sus frases comenzaron a replicarse rápidamente en redes sociales y medios de comunicación, provocando diversas reacciones.

En el cierre de su homilía, García Cuerva instó a todos los argentinos, especialmente a los líderes, a “recuperar la empatía y el respeto”. “Las redes deberían ser un puente, no un campo de batalla. Un canal para el encuentro, no para el linchamiento del otro”, concluyó, dejando un mensaje claro y potente en una jornada cargada de simbolismo para la historia argentina.

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