El diploma que recibió el entrerriano. Foto: Diario Río Uruguay.
El diploma que recibió el entrerriano. Foto: Diario Río Uruguay.

Un caso sorprendente en Concordia. Un hecho insólito llamó la atención en Concordia, Entre Ríos: Ezequiel, un hombre de 52 años, fue reconocido oficialmente como ahijado del presidente Javier Milei, en el marco de la tradicional costumbre argentina de apadrinar al séptimo hijo varón.
Lo llamativo es el tiempo transcurrido: la solicitud se inició en los años en que Carlos Menem era presidente, pero recién en 2025 el trámite llegó a su instancia final.

Según relató su hermano Rafael, residente en Concordia, la familia vivió el anuncio con sorpresa y alivio, ya que el trámite había quedado congelado durante décadas en medio de cambios políticos y dificultades administrativas.

Foto: Diario Río Uruguay.
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Una tradición con raíces populares

La tradición del padrinazgo presidencial al séptimo hijo varón se remonta a antiguas creencias populares argentinas.
Según la leyenda, el séptimo hijo corría el riesgo de convertirse en lobizón, por lo que debía ser apadrinado por una autoridad de peso que lo “protegiera” simbólicamente.

El primer mandatario en hacerlo fue Agustín P. Justo en 1930, pero la práctica tomó fuerza en 1941 bajo el liderazgo de Juan Domingo Perón.
Más tarde, durante la presidencia de Arturo Frondizi, se formalizó mediante el Decreto N.° 3798/1958, estableciendo la entrega de una medalla de oro y un diploma a cada ahijado presidencial.

Foto: Diario Río Uruguay.
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52 años de espera: por qué se demoró el padrinazgo

La historia de Ezequiel está marcada por un extenso recorrido burocrático.
De acuerdo con Rafael, su padre Juan Blanco inició el trámite al momento del nacimiento del séptimo hijo, pero el país vivía tiempos convulsionados: dictadura militar, transición democrática, inestabilidad institucional y diversas trabas administrativas.

Durante la década de 1990 se retomó la gestión, pero volvió a quedar estancada en los archivos.
Recién en 2025, con Javier Milei en la presidencia, el Estado terminó de completar la documentación pendiente y se concretó el padrinazgo presidencial.

Una ceremonia íntima y un cierre esperado

La entrega del reconocimiento se realizó en una ceremonia discreta, donde Ezequiel recibió la tradicional medalla y diploma oficial.
Para la familia Blanco, el momento fue profundamente emotivo: después de más de cinco décadas, la tradición finalmente se cumplió.

“Pensamos que nunca iba a pasar”, expresó su hermano Rafael, quien destacó que este acto simbólico cierra una historia que atravesó generaciones. (Con información de Diario Río Uruguay)

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